Demasiadas manadas

Demasiadas manadas
Author
Antonio J. Durán
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Acosar a una mujer, acorralarla, forzarla, asesinarla si se resiste, no es nuevo ni infrecuente. Ha ocurrido, ocurre y, si no se le pone remedio, me temo que seguirá ocurriendo; y en múltiples contextos, pues hasta en el aparentemente aséptico mundo de la ciencia o la filosofía se encuentran ejemplos de tales crímenes; el más célebre de los cuales es, sin duda, el de Hipatia de Alejandría, cuya historia ha dado para multitud de novelas, obras de teatro y películas.

A pesar de los estudios recientes sobre el asunto, yo sigo prefiriendo la versión que Edward Gibbon dio en su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano: «Hipatia, hija de Teón, el matemático, fue iniciada en los estudios del padre; elucidó con sus glosas eruditas la geometría de Apolonio y Diofanto, y enseñó públicamente, en Atenas y en Alejandría, la filosofía de Platón y Aristóteles. En todo el esplendor de su belleza y madura en la sabiduría, rechazó, como doncella modesta, a quienes la requerían de amores y se consagró a la instrucción de sus discípulos; las personas más ilustres por su rango o sus méritos ansiaban visitar a la filósofa; y envidiaba Cirilo el boato de las comitivas que se agolpaban con caballos y esclavos a las puertas de su academia. Cundió el rumor entre los cristianos de que la hija de Teón era el único obstáculo para que prefecto y patriarca se reconciliasen; y aquel obstáculo se apartó con gran celeridad. En un día aciago de Cuaresma, Hipatia fue arrebatada de su carruaje, desnudada y arrastrada hasta la iglesia, donde las manos de Pedro el Lector y una horda de salvajes fanáticos sin piedad la asesinaron de manera inhumana: le arrancaron la carne de los huesos con afiladas conchas de ostras, y sus miembros, todavía estremecidos, fueron entregados a las llamas. El justo progreso de las pesquisas y el castigo consiguiente se detuvieron mediante oportunos sobornos; pero el asesinato de Hipatia ha dejado una marca indeleble en la personalidad e integridad religiosa de Cirilo de Alejandría».

Louis Figuier

Ilustración de Louis Figuier (1866) recreando el asesinato de Hipatia

En una lectura simplificada, el episodio cabe interpretarlo como la primera represión de la jerarquía cristiana contra la ciencia, porque en las primeras décadas del siglo V, cuando la manada de turno asesinó brutalmente a Hipatia, Alejandría iniciaba su ocaso científico tras siete siglos de esplendor, y los centros científicos eran considerados los últimos reductos del paganismo; de hecho, un siglo después, el emperador Justiniano  ordenó la clausura de la Academia de Platón y otros centros científicos y filosóficos que venían de la antigüedad clásica acusados de impartir enseñanzas paganas.

Pero el caso de Hipatia es mucho más complejo; hay, desde luego, reflejos de misoginia y, también, derivaciones políticas, al estar Hipatia entre los bandos enfrentados de Orestes, el prefecto romano, y Cirilo, el patriarca ―después San Cirilo―. Aunque sé que es una opinión arriesgada, siempre he pensado que en la manera brutal en que fue asesinada Hipatia hay una advertencia sobre los riesgos que tiene para una mujer decidir con libertad sobre su vida ―dedicándola, en este caso, a la ciencia― en vez de optar con sumisión por ser esposa y madre; no digo que fuera esa la intención de quienes la asesinaron, pero ya consumado el hecho, ahí quedaba como amenaza siempre latente.

Esos episodios no son cosas de un pasado remoto: basta recordar el caso de Malala Yousafzai, a quien con quince años un grupo terrorista vinculado a los talibanes disparó repetidamente en la cabeza cuando iba en un autobús a la escuela en el norte de Paquistán, porque estos habían prohibido a las niñas asistir a la escuela. Eso ocurrió en 2012.

Malala Yousafzai

Malala Yousafzai en 2015

Manadas siempre ha habido, hay y, si no se le pone remedio, seguirá habiendo. Pero ese remedio no se puede quedar en el fácil y simple retoque de una ley (eso sólo será un parche). El remedio real requiere cambios educativos, culturales y sociales, un proceso mucho más difícil, complejo, delicado y lento, pero imprescindible si lo que se quiere es erradicar la prepotencia del macho sobre la mujer que todavía empapa el trasfondo de la sociedad.